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Deja de luchar y ábrete al alzhéimer

  • publicado por admin
  • Fecha 21 de septiembre de 2020
  • Comentarios 0 Comentarios

Hola, Susana.
 Sé que lo que en esta carta voy a decirte te va a sorprender, que incluso te provoque un incómodo respingo al leerla. Pero dado que yo ya he pasado por todo el proceso que tú estás a punto de comenzar, y la experiencia es un grado, me voy a tomar la licencia para ello.

Sé que a día de hoy estás luchando como una jabata con el alzhéimer, soy consciente del esfuerzo denodado que realizas para amortiguar el impacto que sus síntomas están teniendo en todos vosotros, así como el gran despliegue de energía que dedicas a intentar mantener lo más intacta posible la normalidad del núcleo familiar.

Desde donde estoy ahora, veo tu valeroso empeño por construir vallas en la deteriorada memoria de Facundo para que así no se le escapen los recuerdos. Y la determinación con la que tratas de convencerte de que el proceso de la enfermedad no será tan malo como cuentan, que ya encontrarás la manera de sostener un equilibrio llevadero durante el mayor tiempo posible.

También observo tu frustración cada vez que Facundo lleva sus síntomas un poquito más lejos y cómo esta te conduce a veces a desatar la rabia y acabas enfadándote con él antes de que te des cuenta.

Permíteme que comparta contigo mi consejo:

Deja de luchar y ábrete al alzhéimer

Probablemente estés pensando que luchar es un gran verbo, que está muy bien visto y que implica una actitud que goza de muy buena reputación. Que son muchos los que al escucharlo lo hacen sinónimo de coraje y valentía. «Luchó contra su enfermedad hasta el último de sus días», oímos decir con frecuencia de personas que han fallecido tras un largo proceso, queriendo con ello resaltar que nunca perdieron el ánimo durante el tiempo que convivieron con su dolencia.

Sé que nuestra sociedad se sirve también del término «espíritu de lucha» para mencionar esa cualidad inherente a todos los seres humanos que nos permite, ante los variados obstáculos que nos plantea la vida, conectarnos con esa fuerza interior que nos impulsa a solventarlos y seguir avanzando hacia nuestros sueños.

Pues bien, yo te invito hoy a decir sí a cuidar y mantener tu ánimo cada uno de tus días y por supuesto a descubrir y potenciar toda esa fuerza interior que habita en ti. Te invito a ello y a mucho más, así como también te propongo que lo hagas desde la aceptación en lugar de desde la lucha.

Tienes por delante, yo bien lo sé, un intenso viaje en el que tu padre ha decidido embarcarte al igual que la vida le embarcó a él, sin pedir permiso. Este viaje habrá de llevarte años y requerirá de ti, además de toda tu atención, una buena y prolongada dosis de energía. Así que ¿por qué malgastarla en luchar, en poner resistencia a algo que me temo que no podrá ser cambiado?

Bien sabes Susana —tú siempre has sido muy práctica— que aquellos episodios de tu vida en los que te resististe a lo que no estaba en tu mano cambiar, empeñándote en que algo dejara de ser como era, nunca tuvieron un final feliz, y saliste de ellos, además de muy cansada, con una buena dosis de frustración. Pues luchar cansa, pelear nos debilita y resistirnos a lo que no podemos cambiar resulta tan poco práctico como quedarnos esperando a que nos de peras un limonero.

No escuches a los que te digan que dejar de luchar es sinónimo de rendirse y no hacer nada, no creas a los que te digan que soltar las armas es de cobardes. No permitas que nadie te diga tampoco que tus opciones son limitadas. Pues estas son infinitas.

Lo que yo te propongo es que te abras. Que seas valiente, extiendas tus brazos y abraces tu vida. Esa que es solo tuya, de nadie más, y que al hacerlo des la bienvenida también al sinfín de aventuras que ante ti van a desplegarse, siendo por supuesto el alzhéimer una entre tantas de ellas.

Lo que te sugiero es que entierres la resistencia y con ella la rigidez, que juntas conforman el deseo de querer controlar las cosas, para que puedas sacar a la luz tu flexibilidad y con ella tu capacidad para adaptarte y danzar al movimiento de lo que venga.

Ábrete, no luches. Sé valiente y deja las armas. Y entonces yo te prometo que serán infinitos los regalos que al hacerlo recibas, así como los que tú harás sin darte cuenta a los que contigo viajan, empezando por Facundo.

Así que ten coraje y mira a la enfermedad a la cara. No para rechazarla, sino para escucharla. Permítele que te diga qué vino a enseñarte.

Ábrete a aprender

Cuando por fin dejes de resistirte, de mirar al alzhéimer con rabia, y aceptes que si la vida te lo ha puesto delante tal vez algún propósito para ello haya, la enfermedad dejará de ser tu peor enemigo para convertirse en tan solo una circunstancia.

Una circunstancia muy especial de tu vida, es verdad, con la que sin duda habrás de aprender a convivir pero que, una vez lo hagas, te irá guiando por caminos que de no ser por ella jamás habrías escogido. Será transitándolos por vez primera que no te quede más remedio que utilizar músculos que tal vez no sabías que tuvieras.

Músculos como el de la paciencia y la atención, la creatividad y la ternura. Y, sin duda, desarrollarás aún más otros que ya antes utilizabas, como la empatía y la flexibilidad, la curiosidad y la escucha. ¡Qué mejor remplazo para las armas! ¿No crees, Susana?

Son infinitas las lecciones que durante los próximos años vas a aprender. Te lo digo yo, que a día de hoy las tengo ya integradas y que cuando miro a donde estás tú ahora me parece imposible que hayas sobrevivido tantos años sin saberlas y sin ponerlas en práctica.

Acógelas todas pues y disfrútalas, aunque a ratos te sientas incómoda pues, como bien sabes tú, no hay aprendizaje alguno dentro de nuestra zona de confort y si a algo te va a forzar el alzhéimer es a salirte de ella.

Ábrete a sentir

Cuando por fin dejes de resistirte, de lamentarte, y ceses de mirar al alzhéimer con las lentes de tu razón, tu corazón comenzará a abrirse. Lo sabrás porque tus días progresivamente dejarán de ser grises y, cuando quieras darte cuenta, estarás ya dibujando las horas con una colorida paleta de emociones.

Abrirte a sentir significa abrirte a escuchar, a mirar y a hablar desde el corazón. Significa también dejar la puerta de entrada abierta de par en par, sin necesidad ya de un guardián que la cierre o la abra dependiendo del color que venga ese día a visitarte.

Abrirse a sentir significa también atreverte a mirar el mundo desde una perspectiva distinta a la de la lógica y la razón, un sitio desde el que no estás muy acostumbrada a observar, pero que una vez conquistado, te aportará una increíble claridad.

Serás entonces capaz de ver más allá de lo obvio y tu criterio se volverá más certero. Esta claridad te permitirá apreciar en Facundo aquello a lo que los ojos de tu razón nunca tuvieron acceso. Y entonces te sentirás extremadamente feliz, porque aunque el alzhéimer robe sus palabras habréis descubierto un lenguaje nuevo, un idioma mucho más sencillo y bello que el de la gramática y los hechos.

Al contrario de lo que muchas personas creen, abrirte a sentir es el secreto que te hará más fuerte pues, al ir experimentando el abanico de sensaciones que por el camino te lleguen, llegará un día en el que ya no le tendrás miedo a ninguna. Y ese día celebrarás que por fin eres libre.

Abrirte a sentir significa también aceptar tu humanidad y con ella la diversidad de los estados de ánimo con los que se expresa. Es en definitiva comprender que los rojos y los azules son igual de valiosos que los negros.

Ábrete a sentir Susana, no tengas miedo.

Ábrete a experimentar

Cuando por fin dejes de resistirte, de pelearte con el alzhéimer y lo acojas como a un compañero, estarás sin saberlo invitando también a la alegría a compartir contigo tu trayecto. Y cuando esta te acompañe, el camino se hará más luminoso, mucho más ligero. Desde ahí será más fácil atreverte a experimentar, pues si el atajo improvisado no funciona te costará poco desandar tus pasos y regresar al punto del que partiste.

Susana, estás arrancando un largo viaje, en él no hay reglas ni paradas preestablecidas, tampoco sabes cuánto te llevará llegar a la meta. Pero si en vez de recorrerlo con los pasos de la desconfianza y del lamento eliges hacer de ello una aventura, el camino se te hará mucho más fácil, se tornará generoso, y te ofrecerá maravillosas sorpresas. Te lo digo yo, que ya he pasado por ello.

Así que ábrete a reír, no te tomes al alzhéimer demasiado en serio. Porque por supuesto Facundo no lo hará y, a diferencia de ti, él ya se lanzó de lleno a experimentar su camino. Su sentido del humor y su alegría ya no le abandonarán, pues forman parte de su esencia, así que ¿por qué olvidarte tú?

Puede que pienses que enfermedad y risa no riman, que alzhéimer es sinónimo de pesadumbre y no de alegría. Pero yo te aseguro que las personas con alzhéimer, por muy limitantes que sean sus síntomas, jamás se olvidan de reír, ni tampoco de expresar su cariño.

Conforme se van desprendiendo de conceptos y reglas, se va avivando en ellos ese niño que un día, al igual que tú, fueron. A ese pequeño le gusta jugar y entenderse con los de su edad.

Así que no ahogues a esa niña que habita en ti, la que aún eres, bajo el peso del lamento y de la seriedad cuando estés en presencia de Facundo. ¿Te has fijado cómo revive él en presencia de los niños? ¿Con qué naturalidad conecta con ellos sin necesidad de preámbulos ni formalismos?

En su experimentar de la enfermedad, Facundo se perderá por distintas sendas y, al hacerlo, hallará nuevas formas de expresarse que antes jamás probó, como los gritos o las palmas, los besos o el silencio. Así que si con él has de viajar, habrás de abrirte a experimentar estos códigos tú también. Tal vez te resulte incómodo al principio o poco natural, pues al igual que él, nunca antes lo has hecho. Pero tú bien sabes que en la comodidad no es posible el aprendizaje.

Yo te aseguro que los beneficios que recibirás al hacerlo superarán con creces el precio que pagarás por atreverte a zambullirte en las aguas de la incomodidad que provoca la sensación de no tener las cosas bien atadas.

Te voy a adelantar algo: ¿sabes que serán muchos los besos que de Facundo recibirás? ¿Y muchas más las risas que juntos compartiréis? ¿Te extrañaría si te digo que te esperan grandes sorpresas?

Así que ábrete sin miedo y experimenta. Suelta el temor a equivocarte y celebra cada tropiezo, pues cada uno de ellos te llevará más cerca de tu padre. Y de ti misma.

Ábrete a lo que aún no está definido, a la risa o a lo incómodo, pues son las semillas de los más asombrosos descubrimientos.

Cuando se te olvide cómo hacerlo, solo tienes que cogerte de su mano y dejar que Facundo te guíe como cuando eras pequeña.

No luches, ábrete al alzhéimer. Aprende, ríe, experimenta y siente, pues no es otro el propósito de tu existencia. Déjate fluir con la vida, Susana.

 

Susana García Pinto.

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